Por: Dennis Franco, director de la práctica de Tecnología e Innovación de BCW Perú

La desinformación en el ciberespacio es una pandemia con importantes repercusiones. De acuerdo con las Naciones Unidas, este término se refiere no solo a la acción de difundir información inexacta, sino que tiene como meta infligir y generar un impacto negativo. El claro ejemplo de esto son las famosas ‘fake news’, las cuales generan gran inestabilidad en el panorama mediático. En consecuencia, estas socavan la credibilidad de individuos, organizaciones y perjudican la reputación de muchísimas empresas con tan solo un click.

La realidad nacional no es ajena a esta pandemia. Según Datum Internacional, la mayoría de las personas carece de las herramientas para verificar si la información que encuentra es falsa o no. De acuerdo con esta investigación, el 74% de los peruanos piensa que reciben ‘fake news’ al menos una vez por semana. Además, un 40% dijo estar poco o nada confiado en su capacidad de reconocer información falsa, y solo un 14% advirtió verificar regularmente la información que lee.

Para complicar las cosas aún más, la llegada de la Inteligencia Artificial (IA) dotó de capacidades nunca antes vistas a esta corriente de desinformación. Gracias a la capacidad de generar imágenes fotorrealistas, videos utilizando la imagen y voz de personajes reconocidos, las capacidades de desinformar nunca han sido tan grandes.

Por suerte, las herramientas tecnológicas también pueden usarse para combatir la desinformación. La IA posee la capacidad de procesar grandes volúmenes de datos en tiempo real, revisar la credibilidad de la fuente y corroborar la veracidad de hechos o declaraciones de forma casi instantánea. Esto ayuda a identificar patrones y tendencias que pueden desenmascarar las ‘fake news’.

Grandes tecnológicas, startups, consultoras de seguridad y agencias de comunicación son algunas de las organizaciones que utilizan la IA y su expertise para combatirla. Un reciente ejemplo de esto es Decipher, una herramienta desarrollada por Limbik que usa la IA Cognitiva para evaluar y predecir escenarios de riesgo sobre distintas áreas, como la implicación de una empresa y la consecuente afectación de su reputación.

La herramienta permite visualizar de forma gratuita los 20 temas más probables que despierten interés en el ciberespacio, organizados por regiones a través del análisis de más de 1.5 millones de contenidos, relacionados a un tema en específico, provenientes de noticias en medios de comunicación, posts en redes sociales, entre otros.

Así, las organizaciones relacionadas con cada tema y/o industria pueden estar alerta y tomar medidas preventivas para una rápida y decisiva reacción ante un eventual escenario. De esta forma, la tecnología se convierte en un aliado para generar potenciales defensas que monitoreen, controlen y mitiguen el riesgo reputacional y/o operativo para las organizaciones a nivel mundial.

El potencial de la inteligencia artificial (IA) en la sociedad será el factor determinante para la era actual, su uso potenciará la productividad, incrementará la efectividad y en muchos aspectos liberará la creatividad.

Según McKinsey & Company, actualmente la adopción de soluciones IA a nivel mundial es 2.5 veces más alta que hace 5 años. Además, la consultora resalta que la IA generativa podría agregar el equivalente entre USD 2.6 billones a USD 4.4 billones anuales en valor a la economía global.

Sin embargo, a nivel mundial aún no existe una norma que regule su aplicación con un rango de ley de aplicación nacional. En este contexto, el pasado 5 de julio, el Congreso de la República del Perú aprobó la ley Nº 31814: “ley que promueve el uso de la inteligencia artificial en favor del desarrollo económico y social del país” o, como estoy seguro será denominada, “La ley IA” con el explícito propósito de fomentar el desarrollo económico y social del país, privilegiando a la persona y el respeto de los derechos humanos.

En esencia, un paso hacia adelante para un ecosistema saludable ya que dotará un marco regulatorio que establezca claras reglas de juego para las empresas de tecnología, así como las exigencias que deberán cumplir las organizaciones que la implementen en el territorio nacional. Sin embargo, el texto aún no tiene disposiciones en concreto y se espera que el reglamento sea aprobado por el Ejecutivo en 90 días hábiles, es decir, hacia fines de noviembre.

Esto pone a Perú por detrás de la Unión Europea (UE), que actualmente trabaja en una normativa para regular el uso de la IA en su territorio. Aunque son realidades distintas, el espíritu de la norma parece ser el mismo: frenar potenciales excesos en su uso, apelando a una aplicación ética, sostenible, transparente, replicable y responsable. Si la UE tiene éxito, podría establecer un nuevo estándar mundial para la aplicación práctica de la IA.

Hasta el momento, el texto preliminar de la Ley de IA en la UE ha sido aprobado con una mayoría amplia —84 votos a favor, siete en contra y 12 abstenciones— en una sesión conjunta de las comisiones de Libertades Civiles y Mercado Interior el pasado 14 de junio. Ahora, esta versión se revisará con el Consejo de la Unión Europea y sus estados miembros antes de convertirse oficialmente en una ley aplicable.

A diferencia de la naciente norma peruana, su contraparte europea ya tiene claros puntos establecidos y se enfoca en prohibir la vigilancia biométrica, el reconocimiento de emociones por IA, así como la aplicación de sistemas policiales predictivos. Además, las IA generativas tendrían requerimientos adicionales de transparencia para evitar conflictos con apropiación de propiedad intelectual ya que se deberá conocer los datos con los que están entrenando a sus modelos.

Como toda norma sobre algo tan novedoso, ha despertado opiniones polarizadas ya que tanto la norma de la UE como la de Perú, podrían resultar excesivamente prohibitivas y sofocar todo su potencial, así como podrían ser muy laxas y dejar la puerta abierta para atropello a derechos de autoría, seguridad y privacidad, sin mencionar el impacto en el mercado laboral.

La clave será la participación conjunta y transparente entre las empresas de tecnología, gremios empresariales y los legisladores para que la naciente norma pueda ser elaborada en base a un claro conocimiento del tema, el impacto local de su aplicación y se busque el máximo beneficio nacional sin vulnerar los derechos fundamentales de las personas que siempre deben ser un fin y no un medio.